Déjame contarte algo…
Nací en una ciudad pequeña de México, Puerto Vallarta, un lugar precioso.
Ríos, cascadas, mar… siempre rodeada de naturaleza, aunque, claro, en ese momento no me daba cuenta de lo conectada que estaba con la tierra, no era consciente de ello.
Como ves, la vida siempre ha sido mi maestra, no las aulas.
La verdadera escuela fue la cancha de squash, donde aprendí lo que es la constancia, la complicidad y esa chispa que aparece cuando haces algo con el corazón.
Y te cuento esto porque, de alguna manera, sé que también lo has sentido.
Tal vez en un deporte, en un proyecto, en un sueño.
Esa sensación de estar tan metida en algo, tan apasionada, que ni te das cuenta de que la vida te está preparando para más.
Así que acompáñame, porque esta historia también te toca a ti, como a mí me tocó hace tiempo.
Estoy segura de que te vas a ver reflejada en más de una parte.
La Vida, Mi Verdadera Maestra
No fueron las aulas, sino el camino que recorrí lo que realmente me enseñó.
La escuela tradicional nunca fue lo mío, porque no fueron las aulas las que me enseñaron sobre la vida.
Sí, fui a primaria, secundaria, universidad, pero sabía que era más bien un trámite.
Mi verdadera escuela fue el squash.
Ahí aprendí de todo: trabajo en equipo, envidias, bullying, victorias y derrotas.
Pero, sobre todo, aprendí la importancia de la complicidad, la constancia y la pasión.
En el squash descubrí lo que significa hacer las cosas con el corazón, saber por qué lo haces y hacia dónde te enfocas.
Lecciones de la Cancha
El squash me enseñó la complicidad, la constancia… y el poder de hacer las cosas con el corazón.
Cuando llegó el momento de elegir carrera, ya había vivido muchos eventos, no solo squash.
Mi tía trabajaba en la radio, y siempre la veía gestionando eventos, coordinando todo detrás del escenario, siempre en movimiento. Me fascinaba esa vida.
Me gustaba lo de los famosos, pero lo que realmente me atrapaba era la organización, el estar al mando de tantas cosas al mismo tiempo.
Era como un juego que nunca se acababa y nunca te aburrías.
Una Encrucijada en el Camino
Cuando la vida te empuja hacia lo inesperado, encuentras nuevas pasiones.
Mi foco seguía siendo el squash, pero la vida, en su estilo particular, me empujó hacia otro camino.
Mis padres, que siempre me apoyaron, nunca me presionaron a seguir sus pasos como empresarios.
Me dijeron: «Estudia lo que quieras».
Y yo, pues sí, comencé a ver opciones.
Comunicación me llamaba la atención, pero luego vi marketing y, honestamente, me atrajo.
Sin embargo, cuando vi que incluía estadística, me echó para atrás.
Comunicación era más mi rollo: radio, televisión, diseño… Me encantó.
Eligiendo lo que Realmente Importa
Porque al final, lo que nos llama y nos conecta es lo que nos lleva más lejos.
En la universidad, disfruté cada momento.
Hicimos podcasts, aunque fallaron por falta de constancia (la verdad es que lo hacíamos más por diversión).
Pero aprendí algo importante: la comunicación no es solo hablar, es conectar.
Y eso es lo que he tratado de hacer desde entonces.
Descubriendo el Poder de Conectar
Comunicar es más que hablar. Es conectar con los demás y sanar desde dentro.
Con el tiempo me di cuenta de algo que no había visto antes: estaba llena de ira, emociones que había reprimido por años.
No sabía lo mucho que me afectaba.
Y aquí es donde entendí el verdadero poder de la comunicación.
No solo es informar, es sanar, es expresarte de manera que conectes contigo y con los demás.
De alguna forma, comunicar me ayudó a liberar esa carga emocional.
Transformar a Través de las Palabras
Cada mensaje es una oportunidad para influir positivamente en la vida de otros.
Hoy, después de todo lo que he vivido, sé que comunicar es mucho más que transmitir información.
Es la oportunidad de ayudar, de influir de manera positiva en la vida de los demás.
En un mundo lleno de mensajes superficiales, yo quiero aportar algo más profundo, algo que realmente marque la diferencia.
Porque detrás de cada estrategia, hay personas, seres humanos con emociones, y eso no debemos olvidarlo nunca.